Conozco a mis padres. Me crearon para sobrellevar sus vidas, para perpetuarse y reconocerse en mí. Incluso para que les cuide y proteja. Es cierto, les necesito; una vez los amé, ya ni los detesto: no me reconozco en ellos.
Ahora me amo en los charcos, en los parabrisas y los escaparates, en las pantallas y los pulidos cromados, en revistas y postales.
Y siento ser tan fría y desalmada. No me afecta su dolor. No lloraré sus muertes. Haré como que les recuerdo, en cada esquina, pero me dan igual. Total, pasarán los siglos y seguiremos unidos, a pesar de todo.
-Pero ellos sí que te adoran, te aman.
-Si las piedras hablasen…